Adictos al café

martes, 22 de septiembre de 2015

"Y si..." (Atrévete a intentarlo)

¿Y si?
[“Y” y “Sí” son tres letras que en sí mismas no suponen ninguna amenaza. Pero si las colocamos juntas, una al lado de la otra, podrían atormentarnos el resto de nuestra vida. ¿Y si?, ¿y si?]
 (Cartas a Julieta)
Hace tiempo que por mi cabeza ronda la idea de escribir algo con fundamento acerca de esta pregunta que en muchas ocasiones todos nos hemos hecho alguna vez. Esa que, seguida de unos puntos suspensivos, y una mirada perdida al cielo, no terminamos. Guardamos dentro aquello que no nos atrevemos a formular por¿miedo? Puede ser.
¿Y si no sale bien? ¿Y si me equivoco?
Las dudas nos paralizan. Atacan silenciosas, de forma inconsciente cuando dormimos. Y de repente, si nos dicen algo, o escuchamos cierta canción, o leemos un textoBOOM. La realidad que te rodea se desmorona. Y llega el miedo, sin ser invitado, para sumarse a los contra que se posan sobre la balanza de tus “y si”.

Esta fatídica pregunta puede ser aplicada para muchos temas. Pero yo me voy a centrar en las relaciones. Las relaciones Algo tan simple como una conexión que se crea de la nada, por una simple casualidad (o, si lo prefieres, por destino). No podemos saber si se sucederá en el momento adecuado para ambos componentes, en este caso, del binomio. Pero ocurre en cierto tiempo y espacio, con un fin que muchas veces en sus inicios, no se sabe ni es comprendido. Suele entablar correspondencia, pudiendo ser de parentesco, amistad, amorosas, de trabajo En algunas no siempre se recibe lo que se da, y muere la perfección que podía suponer ese intercambio. A veces, por más que se intenta, esa relación se pierde. Otras, con el tiempo se hacen más fuertes. Y no necesitan de halagos continuos para endurecerse. Basta con querer ser y estar para tu conexión, para tu amistad. Para lo que sea en que estés pensando.

El “¿y si?” entraña duda. La duda implica un quizás, lo cual considera posibilidad de que no sea seguro lo que se afirma. Y esta inseguridad genera un sentimiento de desconfianza al saber que puede ser que ocurra un hecho contrario a lo que se desea. Es decir, aparece el miedo.
Si algo no depende de nosotros, peor aún. Se le achaca al tiempo el obtener una respuesta para aquello de la que no lo disponemos. “Tiempo al tiempo”, te dicen como consejo para que no te agobies e intentes sobrellevarlo. Pero el tiempo no nos devuelve aquello que hemos perdido, ni a un familiar fallecido, ni a una amistad que se ha alejado, ni mucho menos un amor que se dejó escapar. Dicen que lo que está para uno, a uno regresa. Pero ¿qué pasa cuando nuestro destino nos toca en la puerta, y no queremos (o no sabemos) recibirle? Las dudas, esos quizás que golpean la mente acompañados de los ¿y si ?. Y el tren se aleja del andén, y tú sigues replanteándote si subir, o no. Y si .

No soy partidaria de la presión y los agobios cuando de lo sentimental se trata. Aunque si soy realista, es mejor armarse de valor y arriesgarse, que aunque la marea esté baja, no por ello tienen que haber piedras en el fondo: puede haber un magnífico arenal que amortigüe tu zambullida. Si bien no lo sabrás si no te lanzas al agua.

Puedes elegir mirar hacia otra parte, dejar que se te escape justo delante de tus mismas narices aquello que siempre deseaste. O tal vez debas poner todo tu empeño en combatir por ello, porque la otra parte no te lo va a poner fácil. Lo más probable es que solo tengas esta ocasión, que no se vuelva a presentar Y no debería ser perdido ese escaso y volátil tiempo del que se dispone, porque mientras tanto perderemos la razón de nuestro “y si”, creyendo que podemos dejar para mañana esa situación que nos incomoda con un simple “ya iré viendo que es lo que pasa”, sin atar los cabos que mantienen el navío en puerto; creyendo que la solución a nuestra fatídica pregunta inconclusa y no formulada en alto llegará caída del cielo, o en algún momento de revelación divina. Y no. Siento decirte que no.

Que no llegará esa respuesta clara y precisa que necesitas. Que si de verdad algo te importa, aunque sea lo más mínimo, eres tú quien deba accionar el botón que haga que todo se ponga en movimiento. Los cobardes me dirán que no depende de ellos, que por mucho que hagan y digan, no servirá de nada porque lo que ellos hagan no influenciará en el resultado. Y yo les digo que eso no es así, porque cada pequeña acción que llevemos a cabo será decisiva para que ayude o no a conseguir llegar a  algún punto que nos solucione en parte o por completo nuestro “teorema matemático”, reto complicado o descifrar aquello que no entendemos (Nuestros ¿y si?).

Los que tengan el coraje de intentarlo, de probar y arriesgar a ver qué ocurre, esos tendrán posiblemente aquello que buscan. La respuesta a su pregunta. ¿Y si me arriesgo y sale mal? Plantéatelo diferente. ¿Y si te arriesgas ysale bien? ¿Vas a quedarte con la duda toda tu vida porque crees que algo que ocurrió en el pasado se volverá a repetir?
Quizá tengas delante al amor de tu vida y lo estés perdiendo a cada minuto que pasas sin arriesgarte a caminar. No hace falta que des un paso adelante: con que camines a su lado, va bien. No tengas prisa, que ir despacio mientras se llegue a un destino, aunque no se sepa cuándo se va a llegar, también es válido. Lo importante es el viaje, y que el viajero quiera disfrutarlo. Admirar el paisaje.

No te prives de compartir tus inquietudes con quien te gusta. Que si, por ejemplo, te apetece abrazarle en medio de una muchedumbre, aunque no sea lo normal en ti, hazlo. No te quedes con las ganas. Lánzate de cabeza aunque creas que no vas a saber flotar. Tal vez, y para tu sorpresa, te ayuden a mantenerte a flote. Porque piensa que no solo tu tendrás dudas: la otra parte también tiene sus particulares “y si”.


En la mayoría de los casos, no estamos seguros de dar un paso al frente en lo que a empezar una relación se refiere. Aunque todo marche genial, fantástico y maravilloso. La inseguridad está ahí, y muchas veces no sabemos cómo responder ante ella. Por el miedo. Y nos asalta a bocajarro, sin preguntar. “Qué pasaría si?” Y nos quedamos callados, la pregunta en el aire. Empezar de nuevo supone asomarnos a un abismo y mirar hacia abajo, y veroscuridad. Y esto, aterroriza.

Es prácticamente utópico pretender que no se establecerán diferencias entre lo que vivimos anteriormente y lo que tenemos en el presente. Pero lo cierto es que no debemos comparar, aún así no podemos evitar fijarnos en pequeños detalles que nos damos cuenta de que quien estuvo con nosotros anteriormente, no tenía. Y quien ahora nos ocupa el puesto número uno del whatsapp, si. Quienes han sufrido ventorales y tormentas en su(s) relación(es) pasada(s), se quedan anonadados, impresionados, patidifusoscuando alguien les trata bien, cuando se topan con una mente más abierta de lo imaginado, cuando ven que alguien no pretende apropiarse de ellos como si fuesen una posesión y lo que hace es darle alas para que vuele un poco más. Cualquier tipo de detalle se percibe como no merecido, muchas veces. Y es una pena inmensa, porque todos y cada uno de nosotros merecemos poder disfrutar de una relación con alguien que nos quiere y respeta nuestra libertad. Porque, como leí no hace mucho “si no, no es una relación: es una condena”.


Cada nueva relación es diferente. Puede ser porque con el paso del tiempo maduramos, adquirimos experiencias Aprendemos a ser capaces de ver las cosas desde varios puntos de vista, lograr tener empatía y conseguir “que las discusiones no sean discusiones, sino debates buscando soluciones”, con argumentos sólidos, aclarando cada punto que pueda suponer un error de entendimiento, todo desde el diálogo sincero y con respeto. Madurar a través de la experiencia es ese momento en el que empezamos a asumir errores, porque no somos perfectos. Por supuesto que en el intento de hacer las cosas bien, fallaremos y meteremos la pata, haremos daño. Habrán problemas. Pero, ¿cuándo en cualquier tipo de relación no los hay? Independientemente de que sea relación de pareja, amistad, familiaraceptar y reconocer el error propio hace que todo se encauce, se encamine. Porque “cuando hay que hablar de dos siempre es mejor empezar por uno mismo”.

En una nueva relación, se quiere de manera diferente. Vas con pies de plomo, despacio y con prudencia. Muchas veces, desconfiando. Aunque sea una manera de protegernos, es un sentimiento que es mejor poco a poco ir haciendo desaparecer, porque de lo contrario terminará por ahogarnos.

La parte buena de  todo esto es que una nueva relación te aporta algo, y por eso merece la pena. En muchas ocasiones, se tienen todas las papeletas para que las cosas salgan bien, y no somos conscientes de ello. Y en el caso de que no sea así, de que por alguna razón salga mal, quédate con haberlo intentado. Dile adiós a esos “y si” que no dejan de rondarte la mente, esos que te impiden probar si algo funciona (o no), y no te quedes con la duda. Porque a muchas cosas en esta vida hay que echarle valor.
ATRÉVETE A INTENTARLO.



RaquelCDorta

No hay comentarios:

Publicar un comentario